Los sueños lucidos son aquellos que parecen vivencias y se viven con mucha intensidad, tanto en movimientos (como correr, volar, etc.) coloridos (no solo en blanco y negro) e incluso en mantener conversaciones (incluso en varios idiomas).
Antes de quedarnos dormidos, repetiremos mentalmente: Uno, esta noche voy a tener un sueño lúcido.
Dos, esta noche voy a tener un sueño lúcido, y así hasta llegar a cien, hasta quedarnos dormidos.
También es fundamental comprobar la realidad con nuestro reloj digital cada vez que nos despertemos. El tipo de sueño más común que se tiene, es el soñar que nos despertamos.
La mayor parte de las veces que nos «despertamos», en realidad estamos soñando que nos despertamos. No todos los sueños son fantásticos o imponentes, en realidad soñamos jugando con nuestras propias expectativas.
Por eso, es una pena desperdiciar una oportunidad tan fantástica para entrar en el mundo mágico de los sueños lúcidos, En los templos de la Logia Blanca o incluso en los archivos Akasicos.
Especialmente en mitad de la noche, sobre las 3h o 4h de la mañana.
Una vez que hayamos comprobado que estamos soñando y no despiertos, podemos echar a volar o cambiar el mundo a nuestro antojo. Si no llegamos a comprobarlo, daremos unas vueltas en la cama y seguiremos durmiendo.
Si este método se practica asiduamente, puedes llegar a tener uno o dos sueños lúcidos a la semana. Lo más difícil suele ser tener el primer sueño lúcido. Una vez que se ha tenido el primero, los siguientes son progresivamente más sencillos, y con el tiempo, se llega a desarrollar una técnica especial que nos permite saber qué estamos soñando sin necesidad siquiera de comprobar la realidad, simplemente atendiendo a sutilísimas sensaciones somáticas.
Una vez que se ha conseguido entrar en el sueño con un cierto estado de calma, puede seguir ocurriendo que, en un momento dado, los colores palidezcan, y el sueño termine por desvanecerse. No siempre tarda mucho en ocurrir este fenómeno. Todos los sueños lúcidos, llegado un momento, pierden realismo y color, y al final, entramos en la negrura y nos despertamos, pero este fenómeno se puede combatir. He aquí dos maneras distintas para hacerlo.
La primera consiste en que, tan pronto como los colores del sueño empiecen a desvanecerse. Extenderemos los brazos y empezaremos a girar como un trompo, al mismo tiempo que nos repetimos a nosotros mismos: «La próxima escena que vea será un sueño… La próxima escena que vea será un sueño… etc.»
Al cabo de unos veinte segundos dejaremos de girar y comprobaremos que la escena ha cambiado completamente. A lo mejor antes nos encontrábamos en la ciudad y ahora en el desierto, pero los colores volverán a ser brillantes, el sueño estable, y dispondremos de otro período para la aventura.
El segundo método consiste, en lugar de girar, frotarnos las manos la una contra la otra.
Una última forma de luchar contra la desaparición del sueño lúcido, es la siguiente:
Recordad que, cuando el sueño se desvanece y nos despertamos, lo más probable es que en realidad estemos soñando que nos despertamos. La mayoría de las veces, comprobaremos que seguimos soñando y podremos iniciar otra aventura.
Pero lo más difícil de todos es llegar a saber en el sueño que se está soñando y así poder realizar en el sueño todo aquello que nosotros quisiéramos llegar a hacer, en nuestra vida.